sábado, 21 de marzo de 2009

Final de una etapa en la ADC y nuevos desafíos...

Buenos Aires, 21 de Marzo de 2009

Queridos/as amigos/as,

Debo confesarles que no me ha sido nada sencillo escribir estas líneas, pues ellas se refieren a una de las decisiones más difíciles que he tenido que tomar en términos profesionales.

Luego de casi nueve años en los que me desempeñé como Director Ejecutivo de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), en lo que fue sin lugar a dudas la experiencia profesional más importante de mi vida, dejé esta posición aunque no la organización, pues continuaré trabajando en ella, fundamentalmente como Miembro Activo colaborador de su Junta Directiva.
Dejo una función que me dio enormes satisfacciones para emprender una nueva etapa profesional cargada de desafíos y grandes perspectivas, pues se me ha adjudicado la responsabilidad de lleva adelante el Decanato de la Facultad de Derecho de la Universidad de Palermo, lo que implica para mí un nuevo y excitante proyecto para los años por venir.

Como muchos/as ustedes saben, en 1995 tuve el honor de co-fundar la ADC junto con un grupo de (por entonces) jóvenes abogados y abogadas que querían crear en Argentina una ONG de derechos humanos que se enfocara sobre cuestiones y derechos que cobraron centralidad luego del reestablecimiento de la democracia en 1983. El grupo, convocado por Alejandro Carrió, reunía a viejos amigos y amigas, tales como Roberto de Michele, Martín Bohmer, Marcela Rodríguez, Mirna Goransky, Christian Courtis, Martín Abregú, Carlos Rosenkrantz y Gabriel Bouzat, entre otros. Pensamos que temas tales como la protección de la libertad de expresión, el acceso a la información, el acceso a la justicia, la lucha contra la discriminación y el ejercicio del derecho a la educación, la salud y otros derechos sociales, sólo por mencionar algunos, formaban parte de una agenda por aquél entonces poco atendida por la sociedad civil organizada de nuestro país. También pensamos que el litigio estratégico o el litigio de interés público debía ser la principal estrategia para avanzar con nuestra agenda. Más tarde, estando yo ya en la Dirección Ejecutiva, descubrimos que esta estrategia, a fin de ser más efectiva, debía combinarse con muchas otras, tales como la producción de informes, la preparación de propuestas para reformas legales o de políticas públicas, mucho trabajo con los medios, la creación de alianzas con actores clave e instituciones en Argentina y en el extranjero, etc. Con el objetivo de crear ese tipo de organización, fundamos en 1995 una institución que intentara llenar ese vacío.

Entre 1995 y 2000, la ADC trabajó principalmente como un estudio de abogados de interés público, llevando a los tribunales casos paradigmáticos con un staff de grandes y comprometidos abogados y abogadas que trabajaban pro-bono y un abogado part-time rentado. Varias resonantes victorias judiciales le dieron a la ADC en aquellos inicios un importante reconocimiento público y prestigio. Sin embargo, algunos creíamos que nuestro impacto en términos de cambio social efectivo, que era el objetivo implícito en nuestro trabajo de litigio, podía incrementarse operando cambios en nuestras metodologías de trabajo.

En 2001, me convertí en el primer Director Ejecutivo de la ADC. Asumí esa responsabilidad después de diseñar un plan de desarrollo institucional de cinco años que fue inicialmente apoyado por la Fundación Ford. Las dos ideas principales que formaban parte de ese plan eran, primero, que se debía establecer una agenda clara y explícita para la organización. En los años previos, había una especie de agenda implícita construida a partir de los casos que llegaban por medio de consultas de personas individuales o de organizaciones, y que se llevaban a tribunales, pero éramos más reactivos que proactivos en relación a los temas por los que abogábamos. En segundo lugar, aunque reconozco la fundamental importancia del litigio de interés público como estrategia clave para el trabajo en derechos humanos, pensé que ella debía combinarse con una amplia gama de estrategias alternativas tales como informes de situación de derechos, propuestas de reformas legales y de políticas públicas, lobby ante las autoridades del gobierno, entrenamiento y educación en derechos a ONGs y periodistas, monitoreo del trabajo de instituciones públicas, etc. En lugar de concebir al litigio como un fin en sí mismo, a veces desconectado de agendas políticas y activistas, entendí que éste debía convertirse en una estrategia más, que, en combinación con otras herramientas, se usara para avanzar con la nueva agenda de la ADC, más definida y refinada.

Desde 2001 pusimos este plan en acción. Tuve muchísima suerte en este proceso al poder conocer gente brillante y apasionada que confió en mí y en la organización: jóvenes profesionales que se sumaron al staff, donantes que apoyaron nuestro trabajo, organizaciones que se convirtieron en nuestras aliadas en Argentina y en el extranjero, y periodistas que creyeron en nuestro mensaje y nos ayudaron a divulgarlo. Todo este trabajo colectivo hizo crecer a la ADC enormemente en los últimos nueve años. Realmente no puedo creer todo lo que hemos logrado hacer desde aquel año de comienzos de siglo cuando éramos sólo tres personas en una pequeña oficina con sólo una línea de teléfono (que usábamos para hacer llamados y también para acceder a internet), una computadora de escritorio y una laptop. Desde entonces, trabajando duro, y definitivamente con la ayuda de muchísima gente, hicimos de la ADC una de las más importantes organizaciones de derechos civiles de la Argentina y de América Latina. En muy resumidas cuentas, este crecimiento se puede percibir a través de los siguientes datos. Hoy, la ADC cuenta con...

• Un equipo de más de 20 profesionales que trabajan en sus oficinas y cerca de otras 20 personas que colaboran con nosotros como consultores de diferente tipo, desde expertos en áreas sustantivas a diseñadores gráficos, comunicadores y artistas, además de muchas otras personas que, luego de formar parte del staff, han contribuido antes de partir tras otras metas durante estos años;

• Una oficina de 250m2 bien equipada con computadoras para cada miembro del staff y toda la tecnología necesaria para cubrir nuestras necesidades;

• Un website institucional que, desde su renovación en 2003, ha tenido más de 1,500,000 visits (alrededor de 22,200 visitas por mes); cinco websites satélite referidos a proyectos específicos y a los que se accede desde el website principal. El website institucional fue completamente renovado en Diciembre de 2008 y los invito a verlo: http: www.adc.org.ar);

• Un presupuesto anual de aproximadamente US$ 550.000 (dependiendo de las donaciones logradas en cada año);

• El generoso apoyo de prestigiosas instituciones tales como la Ford Foundation, el Open Society Institute-Justice Initiative, el Open Society Institute Latin American Program, la Tinker Foundation, la Merck Foundation, los gobiernos del Reino Unido, Holanda y Canadá, el National Endowment for Democracy (USA), el British Council, entre otras.

• Programas llevados adelante por equipos profesionales sobre Libertad de Expresión, Derecho a la Información, Discriminación y Trato Igual, Derechos Sociales (sobre todo en derecho a la salud y a la educación), Reforma de Justicia y Monitoreo de Cortes Supremas (Federal y Estatales), Cárceles y fortalecimiento del Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

• Un equipo in-house de litigio que trabaja en coordinación con los programas mencionados;

• Un equipo de monitoreo del Congreso Nacional y de las Legislaturas Provinciales que observa las decisiones que estos órganos toman en relación con los temas de nuestra agenda;

• Una sección in-house de comunicaciones y prensa que genera un promedio de 600 artículos por año referidos a nuestro trabajo, publicados en periódicos y medios electrónicos de todas las provincias de nuestro país y del extranjero (estas son sólo las notas a las que tenemos acceso por internet. No incluye las notas realizadas en radio y televisión);

• Un trabajo sostenido en al menos 12 provincias de Argentina (de un total de 24): Tierra del Fuego, Chubut, Río Negro, Neuquén, Buenos Aires, Mendoza, Tucumán, Jujuy, Santa Fe, Formosa, Misiones, y la Ciudad de Buenos Aires, todos lugares en los que la ADC desarrolla proyectos y partnerships con actores locales;

• Alianzas y/o emprendimientos comunes con ONGs de Uruguay, Chile, Perú, Colombia, Ecuador, Paraguay, Mexico, Brazil, El Salvador, Honduras, Guatemala, los Estados Unidos, Inglaterra, Irlanda, Sudáfrica, Israel, Hungría, Bulgaria, entre otras.

• Un impacto real y efectivo en reformas legales y de políticas públicas tales como el establecimiento de un nuevo procedimiento, más participativo y transparente, para la designación de Jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación; la sanción por parte del Gobierno Nacional de un Decreto con un procedimiento para acceder a la información pública basado en nuestras propuestas; el establecimiento del voto nominal obligatorio en ambas Cámaras del Congreso Nacional y regulaciones similares a nivel municipal y provincial; propuestas de regulación de medios públicos para que sean independientes de los gobiernos (públicos pero no gubernamentales); reformas legales que reflejan nuestras propuestas dirigidas a limitar la discreción de los gobiernos al distribuir publicidad oficial entre los medios de comunicación; reformas legales inspiradas en nuestras propuestas sobre acceso a la información; reformas de funcionamiento de nuestro sistema de justicia inspiradas en nuestras propuestas para hacer a los tribunales más independientes del poder político y eficientes, etc.

• Y muchos logros más...

Todo este trabajo ha sido crucial para que la ADC se convierta en una de las ONGs profesionales más reconocidas y respetadas de Argentina y de América Latina, comprometida con los valores de la libertad y la igualdad, sin afiliación partidaria alguna y con la más absoluta independencia.

Como les dije más arriba, a partir de ahora me desempeñaré profesionalmente como Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Palermo (con sede en Buenos Aires). Esta es una de las Facultades de Derecho en las que he dado clase durante los últimos trece años y donde he dirigido su Programa de Maestrías desde 1997. El desafío es enorme y estoy muy entusiasmado con esta nueva etapa de mi carrera, así como por el hecho de participar de un nuevo proyecto de “institution-building”. Por supuesto, la decisión no ha sido sencilla. Hasta que esta oferta me fuera hecha, yo no tenía planes de dejar mi posición en la ADC en el corto plazo, aunque ya creía que el tiempo de hacer cambios se aproximaba, no sólo en mi narrativa personal, pero también en la vida de la ADC. Estoy convencido de que es bueno para las instituciones refrescar sus liderazgos. Me encontraba disfrutando muchísimo mi tiempo y trabajo en la ADC, al tiempo que me sentía orgulloso y afortunado de trabajar con mis colegas del staff. Sin embargo, después de casi nueve años como Director Ejecutivo, sentí que era tiempo de explorar otros horizontes sin dejar la organización.

Estoy seguro que la Facultad de Derecho de la Universidad de Palermo y la ADC harán grandes cosas juntas. Puedo anticipar una gran sinergía entre ambas instituciones. También deseo que ustedes y yo podamos seguir trabajando juntos.

Finalmente, quisiera agradecerles a todas aquellas personas que me dieron su apoyo y calidez en todos estos años. Nombrarlos/as me llevaría páginas enteras. Ellos y ellas saben a quiénes me refiero. Ha sido un verdadero placer hacer el trabajo que me tocó realizar y sin duda fue gracias esas personas, decenas de ellas, que confiaron en mí que yo pude convertir en realidad muchos de mis sueños en la ADC.

Roberto Saba

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